Cuatro visiones de la poesía actual colombiana

Por Enrique Ferrer Corredor

Ante la ausencia de crítica sobre el ejercicio poético en nuestro país posterior a la llamada Generación Desencantada, publicamos a continuación un ensayo que reflexiona sobre algunas vertientes que han hollado los creadores durante las últimas dos décadas, aparecido en el No. 15 de la Revista Común Presencia. Transmodernos, Cotidianistas, Oficiantes del Vértigo y Esencialistas, son categorías propuestas por el autor para comprender los caminos que ha tomado la alta palabra en este territorio desahuciado

La poesía es diálogo y fundación, los poetas de las últimas generaciones en Colombia no cesan en la construcción de un nuevo tejido de palabras como indagación permanente de lo cotidiano, sólo el poeta construye leyes en la revelación del instante. Esta lectura del mundo a través de la estética de la palabra no ha sido analizada a plenitud en movimientos posteriores a la llamada Generación Desencantada, y como ya están aquí las voces de relevo frente al canon de la tradición añeja es importante señalar las nuevas rutas de la producción poética. No abundan los trabajos sobre los matices de la estética actual, por esa carencia, este diálogo es una invitación a la indagación. Se sugiere que el discurso crítico, siempre valioso y co-fundador, no olvide su fuente: la palabra como material estético de una lectura del mundo.


BITÁCORA

La literatura colombiana contemporánea retoma viejas herencias, hecho notorio en un grupo determinado de las generaciones de los 80s y 90s: su carácter metafísico y trágico, de lo que se ocupará este ensayo. Este doble tatuaje de la escritura actual nos viene desde los griegos, el Siglo de Oro español y el Renacimiento inglés. Siguieron otros tránsitos trascendentes. Obviamente, una y otra herencia adquieren al fin de siglo XX, perfiles actuales e inéditos. Así, la condición de una frontera del saber cada día más borrosa entre el arte y la reflexión filosófica, forja con esta visión poética (“esencialista”) autores ilustrados y reflexivos: reconstructores del mundo a través de la palabra y de un tapiz expresionista trágico. Metafísico en el sentido en que se entiende la metaficción como desarrollo de la autoconciencia (Jaime Alejandro Rodríguez, en Autoconciencia y Posmo-dernidad), en una vuelta de tuerca del lenguaje sobre sí mismo en su doble sentido trágico: el de la escritura como imposibilidad de lo real y la tragedia de un destino irresoluto.


VASOS COMUNICANTES CON LA HISTORIA

El camino recorrido por el Barroco Colonial, con tránsito en el Simbolismo y el Expresionismo, entre otros, hasta la dinámica incesante de la vanguardia contemporánea, en particular el Surrealismo y su fundamental antecesor el Romanticismo Alemán fijaron ese panorama en Colombia. La deuda incluye a los griegos, a Dante, Shakespeare, Milton y Calderón de la Barca, y algunos más entre los modernos y contemporáneos. Los poetas actuales colombianos –Bello y luego Silva habían trazado el camino– beben en las fuentes de los poetas europeos y algunos norteamericanos. Las vanguardias fundadoras en el s. XX y más recientes del mundo, eclipsaron la tradición nacional y en todas partes fueron asimilados los poetas Malditos Franceses (Lautréamont, Baudelaire, Verlaine y Rimbaud) y quizá por rechazo a esa poesía tan descarnada y vivencial, en todas partes se instauró una tradición de autores para iniciados: Mallarmé, Eliot, Yeats, Perse, Pound, Huidobro, Paz...

Silva nos trajo la universalidad (modernidad), nos legó la poesía francesa e inglesa. Otros escritores como Sanín Cano en filosofía y el propio Guillermo Valencia continuaron nuestro puente con Europa. Los Modernistas mezclaron vanguardia con tradición hasta llegar a Los Nuevos, cuyo nombre señalaba la renovación de comienzos del s. XX, las primeras rupturas con la métrica ortodoxa y la ornamentación excesiva. Sin embargo, igual que con Piedra y Cielo, la crítica y las tomas de conciencia superaron las realizaciones estéticas. La auténtica vanguardia llegaría con la generación de Mito, verdadero nexo con la literatura internacional.

Luego con los poetas nacidos en las décadas del treinta y del cuarenta se establecería una continua asimilación de modernización de la poesía escrita en Colombia haciendo un puente hacia la tendencia actual. En este tránsito sobresalen algunos nombres: Darío Ruiz Gómez, José Manuel Arango, Eduardo Gómez, Elkin Restrepo, Henry Luque Muñoz, X-504, Raúl Gómez Jattin, Jaime García Maffla, Giovanni Quessep, Harold Alvarado Tenorio, Augusto Pinilla, Juan Manuel Roca, Raúl Henao y Hernando Socarrás. Ellos anteceden a los poetas motivo de este breve estudio y preparan el camino para esa desesperación que podría denominarse visión “esencialista”, que pronto trascenderá el realismo crítico, los divertimentos ligeros, la imagen obvia y un cierto tono de reminiscencia de algunas generaciones anteriores. Entonces, la tradición convergerá y se actualizará en la metaficción y un sentido trágico aunque afirmativo: en una poesía de imagen que sólo pacta con la esencia.


EL ESCENARIO Y LA POLIFONÍA

No hablamos aquí de una generación sino de una tendencia poética. Un mundo plural engendra artistas polifónicos. La poesía colombiana actual funde en su propuesta estética un trabajo riguroso con la imagen y con el concepto comprometido en su visión crítica del mundo, en su perspectiva existencial trágica y en un tratamiento metalingüístico del lenguaje.

Antes fue el símbolo, la imagen y el concepto. Pero la negación afirmó la poesía, luego Camus nos ilustraría: un hombre rebelde dice no, la rebeldía y la revelación lo conducen al sí.

En el siglo XX, los movimientos se suceden, se traslapan entre los poetas sus tratos con el símbolo, con la imagen y con el concepto. Esta dinámica recurrente se fundirá en el Surrealismo y más tarde en lo Postmoderno. Así, la herencia del Barroco y del Simbolismo, en una dinámica moderna incesante (ser moderno es no permanecer o ser eterno en el instante), marcarán el hacer poético posterior: la poesía será imagen y concepto, plasticidad y reflexión, forma justificada en el pensamiento. La poesía moderna va diluyendo la frontera de lo nacional, es una conjunción entre sentir y pensar; y estas rutas de la poesía actual en el mundo trazan el prisma de la creación colombiana de las últimas décadas.

La anterior reflexión y la lectura de las tendencias estéticas actuales son una propuesta para el diálogo y pueden reagruparse en cuatro instancias, no positivas sino permeables, no excluyentes sino complementarias: “esencialista”, “transmoderna”, “visión del vértigo” y “cotidianista” (categorías útiles incluso a través del siglo). La tendencia nombrada como “esencialista”, convivió con los discursos de la Izquierda colombiana de los 70s, superó toda militancia a ultranza, pero difiere de la apatía política de la generación más reciente, aquí denominada “del vértigo”. Esta es una mirada no individual ni grupal, y siempre habrá nombres que niegan las generalizaciones. Los ideologemas, las percepciones sobre el mundo, se revelan así: La visión “esencialista”, asume una lectura trágica y metalingüística, una fusión de la imagen con la necesidad conceptual, una poesía crítica, rebelde y reveladora. Los “transmodernos”, hacen tránsito de un modernismo clásico a una reflexión narrativa cercana a la imagen, próximos a la reminiscencia y a la anécdota. Los “cotidinistas”, construyen una retórica del paisaje con referencia permanente a la anécdota inmediata, al panfleto amatorio o político. Y los ejercitadores de la visión “del vértigo” son un grupo de jóvenes con una poesía en construcción, marcados por metáforas cercanas al cine o al video y con una postura individualista y rebelde próxima al alarido.

Los nombres nos ofrecen una complicidad con el fenómeno, no agotan su devenir. Nadie ignora que toda clasificación oculta alguna arbitrariedad; sólo habría silencio, si no trazamos caminos a la memoria. Los términos esencialistas, transmodernos, cotidianistas y oficiantes del vértigo no reducen ni agotan el camino exegético, ni obedecen a una mera periodización, conviven en el espacio-temporal de la poesía colombiana actual; son una propuesta, una perspectiva hermenéutica. Surgen ante la necesidad de abstraer el inventario poético actual mediante ideologemas, aunque éstos no excluyen su propia fragmentación.

Nuestra reflexión privilegia la convivencia con el texto, la indagación ideológica-estética, antes que la figuración o la recepción medida en la estadística. Se resalta la construcción del canon en la convergencia entre lectores y escritores en la confirmación de una renovación estética actualizada con las vanguardias del mundo, ya Bourdieu en Las reglas del arte señalaba: los principales consumidores de poesía son los productores.


UNA TOMA DE POSICIÓN

La propuesta estética de la poesía colombiana actual converge con la vanguardia epistemológica del saber científico del siglo XX, propugna la prefiguración de la realidad mediante la razón (Bachelard, El nuevo espíritu de la ciencia); y en sabia hermandad el poeta es un vidente de la sensibilidad que con la palabra en medio de la tragedia vislumbra la ceniza en el juego. Esta anticipación no obedece a una subordinación de la realidad frente a su obra; es una recontextualización permanente de lo real: la linealidad causa-efecto y el sentido literal. Esta es la marca de la modernidad, ya no se plagia a la naturaleza (Gadamer, La Actualidad de lo bello).

El quehacer poético de las dos últimas décadas del siglo XX construye literatura desde la literatura, la reflexión poética se emancipa a sí misma. Octavio Paz había señalado que la condena de la modernidad es el cambio, nosotros agregaríamos la obligación de universalidad en la herida que debe ser compartida. En el ámbito de esta toma de posición, nuestra poesía se multiplicó, amplió abruptamente sus fronteras: La dispersión geo-cultural colombiana permite una provincialización de la metrópoli; así como una metropolización de la provincia. Nuestra metrópoli dialoga con la poesía del mundo con preferencia sobre el diálogo nacional.

Este proceso estético de la palabra rebasa los libros para fluir a través de algunos festivales, revistas y antologías. Entre los primeros sobresalen el Festival Internacional de poesía de Medellín y el Congreso de Poesía en Lengua Española (Inst. Caro y Cuervo). Las escasas antologías que han trabajado algunas de las voces recientes son: la Antología de Poesía Colombiana (Rogelio Echavarría), Tambor en la sombra (Henry Luque Muñoz), Inventario a contraluz (Federico Díaz-Granados), y la importante Antología de la Poesía Latinoamericana del siglo XXI del prestigioso ensayista Julio Ortega donde compila algunos poetas colombianos bajo el título: El turno y la transición.

En cuanto a las revistas, jugó un papel importante en la difusión de la poesía el Magazín Dominical (El Espectador), El Siglorama (El Siglo), así como publicaciones y periódicos de provincia. En las dos últimas décadas revistas como Punto seguido (Medellín) con más de cuarenta números reveladores dedicados a la literatura universal; Vía 40 (Barranquilla), que difunde con agudo criterio las voces del Caribe; Epigrama (Cartagena), que ha alcanzado siete números irradiando poesía; Exilio (Santa Marta), punto de referencia para lo poetas de las nuevas generaciones; Prometeo (Medellín), publicación de amplia trascendencia a la sombra de uno de los festivales de poesía más importantes del mundo; Número (Bogotá), que ha sido por más de una década una ventana abierta al cuento y a la reflexión literaria; Gradiva (Bogotá), poesía y crítica literaria, mostró durante un lustro el horizonte internacional de la palabra; Puesto de combate (Bogotá), con trayectoria de 60 números publicando poesía, narrativa y teatro; Libros y letras (Bogotá), reciente proyecto que trabaja sobre novedades y entrevistas literarias; Revista de la Universidad de Antioquia (Medellín), que ha promovido la literatura nacional y mantiene un concurso nacional de poesía; Ulrika (Bogotá), que ha sido por veinte años un escenario para la palabra poética; Malpensante (Bogotá), que aporta la visión a estos ámbitos de los intelectuales norteamericanos de los años sesenta; Deshora (Medellín), que ha asumido la búsqueda de inquietantes e inéditos universos poéticos; Vericuetos (en receso), que ha contribuido con sus 8 números a ampliar el vínculo entre el español y el francés; Común Presencia (Bogotá), que se ha especializado en traer extrañas voces de la poesía universal y en realizar entrevistas a más de treinta grandes creadores de nuestro tiempo; Luna de locos (Pereira), empeñada en atravesar el desierto de la realidad en busca del oasis del poema; y tantas otras que por motivos de espacio no se citan pero que ante el absurdo distanciamiento de la cultura ejercido por los medios masivos de comunicación dibujan el mapa sensible de Colombia.

Hemos asumido la pluralidad generacional, un hecho muy a punto con un fin de siglo llamado postmoderno. Incluso, el concepto mismo de generación ha sido discutido (insiste en este criterio Gutiérrez Girardot), y se ha hecho énfasis en el período de producción, más allá de la edad de los integrantes.

La toma de posición en el campo artístico difiere en cada una de las instancias señaladas, la convergencia de unas voces nos conduce a una propuesta estética, a una mirada “esencialista” en su ámbito trágico y metaficcional. Sin embargo, una indagación desde cada uno de los autores y los textos requiere de un trabajo y un espacio más amplio.


LA PROPUESTA ESTÉTICA

La orfebrería de la palabra bajo una actitud metafísica, una visión trágica del mundo y una actitud política crítica, constituyen el marco de la desesperanza del grupo de vanguardia de los poetas que se definen por su tono “esencialista”.

En este escenario hemos hablado de diversas tendencias y propuestas estéticas, clasificaciones aún dispuestas a la bifurcación. Nos ha interesado una perspectiva particular en esta lectura: condensar en cuatro instancias la convergencia entre la propuesta estética y la toma de posición ideológica. Ya se ha dibujado el horizonte, ahora es necesaria una clasificación a pesar de su posible arbitrariedad.

De algún modo, los “transmodernos” y los “cotidianistas” son continuadores de la tradición. Por esto, nuestro esfuerzo en este momento gira en torno a mostrar una visión Esencialista como espíritu de un tiempo, como cambio coyuntural y estructural de la estética poética colombiana más reciente.

En las dos últimas décadas han coexistido variantes diversas, todas hacen un importante agregado a la poesía escrita en Colombia, aunque las propuestas renovadoras aparecen con más claridad en las voces que podrían denominarse “esencialistas” y “transmodernas”. Que no constituyen grupos como hecho conciente y gremial, sino como homología estética.

Veamos cuáles serían las huellas de las cuatro tendencias mencionadas:

En este primer ensayo hemos privilegiado la muestra de los poetas cuya propuesta estética presume de metafísica y trágica. Obviamente, siempre surgirán las dudas sobre las rutas trazadas, pero es importante asumir el riesgo del pensamiento. Este ha sido un ejercicio iniciático de un análisis textual indispensable para ilustrar nuestra incursión y aproximarnos al intercambio de palabra y realidad en este país que no se ha caracterizado por un “alto principio de violencia como lo quería Perse, sino por uno abyecto y bajo. Sin embargo, surge un tránsito de una a otra instancia, casi siempre en una progresión de elaboración, riesgo y complejidad, tanto estética como filosófica.

Los poetas que han cultivado su visión Esencialista, buscan a partir de las huellas discursivas de un mundo de utopías donde fueron formados, de una tendencia política y humanística de Izquierda, y de una palabra que no se contenta con comunicar sino que avanza hacia la interrogación del ser, matices que hacen posible su creación desesperada. Pretenden situarse lejos de los círculos del poder y a veces son víctimas del rigor y del refinamiento, o de una compleja –barroca– carga que al potenciar el sentido parece suspenderse. Nunca mantienen contacto con la academia ortodoxa ni ponen la palabra al servicio de la complacencia, pero a veces podrían parecer pesimistas y destructores. Asumen una tendencia ideológica radical a través de la poesía como vehículo de visión de mundo; prefiguran la poesía en sus vidas como los románticos, y como podrá notarse en los versos aquí citados tienen un fuerte vínculo con la muerte y con la noche.


Mauricio Contreras Hernández

(En la raíz del grito, 1995)

BAJOS LOS PUENTES

(...) Bajo los puentes

extraños pajarracos abaten sus alas cenicientas.

Bocas sin dientes desgranan la memoria y se funda

un linaje solitario, disperso.

En los jardines más atroces banquete espléndido:

el insomnio cantando bajo los puentes.


La propuesta estética de los “esencialistas” se construye en el ámbito del pensamiento complejo contemporáneo: revelación como conjunción entre la plástica de la palabra y el ejercicio filosófico tras la imagen expresionista y sugerente; su experiencia estético-ideológica se distancia de la reflexión social mediada por el símil y a veces la metáfora de los “transmodernos” –como se describirá más adelante– y del paisaje dialogado de los “cotidianistas”. Su visión trágica los acerca al humanismo (no al humanitarismo), a la angustia de ser; asumen el ejercicio de la literatura como visión integral de la existencia. Son consecuentes en una perspectiva de la resistencia política. Se deben a los poetas Malditos, al Surrealismo, al Expresionismo Alemán, a autores como: Quasimodo, Celan, Perse, Montale, Thomas; al Borges cuentista y ensayista más que al poeta, a muchos de los autores traídos por la revista Mito, a la ironía, a Nietzsche, a la contundente realidad del país, y aunque con frecuencia en sus palabras reina una insalvable desolación, nunca abandonan la imagen en el sentido que le da Reverdy a este concepto, y su poética filosófica siempre trata de indagar sobre nuestro destino trágico. Han perseguido los límites de la ciudad y del asombro, y los más transparentes sentimientos se oscurecen en sus profundidades:


Rómulo Bustos

(El oscuro sello de Dios, 1988)

MONÓLOGO DEL ACTOR

De los varios papeles que he representado

el que más aplausos me ha cosechado

es el de víctima.

Los antiguos hablaban de catarsis.

Poco probable

es la actualidad del término.

Extraños fervores de este público

que goza con mi muerte.


Amparo Inés Osorio

(Antología esencial, 2001)

IGUAL MUERE LA HUELLA

El viento esculpe rostros

y tú que vigilas la hierba

desconoces ahora los indicios

de toda eternidad.

Fuera de ti

no hay raíces posibles.

¿Cómo nombrarte

sin que crezca la muerte?


Omar Martínez Ortiz

(Opción invisible, 1997)

(...) ¿Alcanzarás la imagen que se guarda entre el dolor y la nostalgia?

La luz que se desdobla entre las lámparas

detrás de la oscuridad que nos sitia

que nos acoge

frágil y descomunal

como la vida

como el vientre intemporal

avanza

esperando un gesto que no desdiga la historia

que alcances la transparencia absoluta

que despiertes sin humillación

la unión con lo invisible.


William Ospina

(El país del viento, 1992)

LUCILA GODOY

(...) En tu exilio de huesos, en tu exilio de sombras,

En tu pecho de hierba, en tu silencio,

Compadece a esta pájara cautiva

en la tremenda jaula del mundo,

Entre el mar y la estrella,

Amigo mío diluido en la muerte,

Mientras yo miro como abeja enferma

La rosa inhabitable.


Gonzalo Márquez Cristo

(La palabra liberada, 2001)

LAS PALABRAS PERDIDAS

(...) Alguien descifra la escritura de la lluvia y sin embargo no puede escapar.

Un alud de imágenes nos extravía la palabra; acudimos al grito y al llanto, a veces a la indiferencia, pero sabemos que necesitamos de la guerra para ser inocentes.

Todo lo ha ofrendado la ceniza.

Desde que desterramos a la noche desaparecieron las más profundas alianzas y nuestros perseguidores pueden encontrarnos.

Una herida siempre recuerda la vida, todo nacimiento procede de un túnel. Un árbol arde en nuestros ojos de agua.


Yirama Castaño

(Naufragio de luna, 1990)

Al fin, restan pocas cifras al cadáver.

Seguir el ensueño de mis lunas

para un asalto a plena luz del rostro que se esconde.

Soy yo,

he descubierto

el revés de mi reflejo.


La visión “esencialista” es una de las cuatro instancias categóricas surgidas durante los últimos años, de las expresiones derivadas de la reflexión sobre el mundo y su propuesta estética en Colombia; reclaman y trascienden los postulados ya enunciados por Unamuno (Credo poético), tras la herencia del barroco, de los metafísicos ingleses, del Romanticismo Alemán y el Expresionismo: la fusión de música y pensamiento en un oleaje incesante con visos surrealistas...


Iván Beltrán Castillo

(Consagración del espejismo, 1990)

INVENCIÓN ÚLTIMA DE LA CIUDAD

(...) Ciudad de la ortiga.

Hoy te hablamos

desarraigados

los que tendimos celosías a la felicidad

en tus esquinas,

los que bebimos de tu sed

en la soledad multitudinaria

de los bares,

y bailamos con sombras de mujeres

a la orilla del abismo.


Su obstinación por hacer la pregunta esencial de la muerte y por transitar los senderos de la desolación es omnipresente en los poetas que estamos caracterizando.


Jorge García Usta

(El reino errante 1991)

(...) Cada hombre pagará

las lunas de su errancia

Y la familia será la más alta caravana

Nunca lo olvides: el desierto está dentro de ti.


Germán Villamizar

(Entre la espera y el acaso, 2002)

(...) Ese río de Heráclito es un verso

que tiembla rencoroso en el poema.

¿A cuál mar irá el verso desbocado?

Tal vez el mar y ese río

sueñen un barco en el camino náufrago,

un barco de velas rojas,

de mástil ciego entre vientos claros

con casco desprovisto de maderas

y proa cansada entre las aguas viejas.

Nunca el río de Heráclito nos llega:

pensamos en sus aguas cual palabras

y soñamos sus formas y fantasmas.


Santiago Mutis

(Tú también eres de lluvia, 1982)

(...) ¿ Será que he muerto –me pregunto–

y aún no han venido por mí ?

Oquendo, tú que sabes de estas cosas,

tú que eres árbol al que ya no codicia

el leñador del tiempo,

dime si he muerto

o dime si aquel trasatlántico era el olvido.


Eugenia Sánchez Nieto

(Que venga el tiempo que nos prenda, 1985)

CUERVO SIN ALAS

Vendrán por ti

Cuervos sin alas te jalarán

Hacia el aire

En sigilo te rodearán

Mas sólo el sueño, ese paso a la muerte,

Te aliviará.


Ramón Cote

(Poemas para una fosa común, 1984)

PASADO

Por ese puente comenzaba un río

a despojarse de sus nombres.

Sobre las piedras siglos de agua:

baldosa antigua que resbala hacia la muerte.


Mery Yolanda Sánchez

(De Ritual para las noches, 1996)

ATAJO

Aún no cumplo la condena

Sólo recojo

Mis otras muertes.


Antonio Correa Losada

(Desolación de la lluvia, 1996)

CANOA

En la cárcel del agua

una estrecha oquedad

lleva con parsimonia

las vigas de mi cuerpo

No sé si muero o vuelo

sobre oscuras maderas


Herbert Protzkar

(Desde todos los vientos, 1990)

A los que mueren

cuando la noche se erige como una lengua;

a los que vacían sus venas

para llenar el silencio;

a los que caminan descalzos

para no profanar el roce de sus cuerpos


Fernando Linero

(Palabras para el hombre, 1998)

Breves de memoria y de olvido

como los niños que ahora repintan la rayuela.

Como el padre dormido.

Como el amigo que no volveremos a ver.

Cada cual con su tristeza.

Se entra y es ya un lugar del sueño. (...)


La visión “Transmoderna”, recoge la herencia del modernismo literario e ideológico, ha pactado con la razón y con el progreso sin descontar las perversidades de la modernidad, y aunque están después del Modernismo y las vanguardias nunca llegan a ser postmodernos... Es una actitud entre existencial y crítica, que asume el riesgo de la metáfora trabajada por la poesía española y algunas veces sus cadencias.

Su visión de mundo obedece a una relativa ortodoxia con eficaces espacios y ritmos, pero se pliega al espacio burgués estructurante; su proceso social definido precisa de la palabra más como instrumento que como meta, el desarrollo de la imagen casi nunca es radical y pocas veces está sostenida en la dialéctica propuesta por Lautrémont (la poesía es la unión entre un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección). Sus influencias y su creación, con frecuencia coloquial, delata a la poesía brasileña, a Vallejo, Parra, y el Siglo de Oro. Los ejercitadores de esta percepción promulgan la búsqueda de un humor ácido en el ámbito de una realidad que pareciera estar resuelta, y disfrutan del cinismo. El divertimento y la nostalgia, la naturaleza y el paisaje, son puertos temáticos. Influencias como el Borges del poema, Stevens, Whitman, Pound, Eluard, Pavese, Cernuda y Salinas, son notables. Algunos nombres representativos de esta fundamental visión poética serían: Guillermo Martínez González, Eduardo García Aguilar, Luis Fernando Macías, Pío Fernando Gaona, Hugo Chaparro Valderrama, Fernando Rendón, Hernando Cabarcas, Gustavo Adolfo Garcés, Carlos Vásquez, Pompilio Iriarte, Colombia Truque Vélez, Luz Mery Giraldo, Miguel Iriarte, Piedad Bonnet, Rafael del Castillo, Tallulah Flórez, Alfonso Carvajal, Jorge Bustamante García y Álvaro Rodríguez.

La visión “Cotidianista” recrea con audacia la anécdota y los cuadros de costumbres imperan con metáforas cercanas a la canción popular o a la narrativa tradicional. Trascienden la cultura popular a través del verso en la búsqueda del símbolo de lo cotidiano, de lo elemental. Delatan sus deudas con los “beatniks” (Ginsberg, Bukowski, Kerouac); con Neruda, y la novela latinoamericana; se mueven en un paisaje urbano-provincial, es decir en ámbitos de barrio, y postulan posiciones humanitaristas, que muchas veces revelan un compromiso ligero. Trabajan con maestría el humor social. La poesía, pareciera ser un escenario de intensa lúdica y no una conjunción esencial entre creación y reflexión. Existe un gozo por la vida, un mundo de juegos semánticos, de propuestas eróticas y de agresividades sensuales –generalmente cuando es escrita por mujeres que parecieran estar descubriendo después de varios siglos de silencio las rutas y los ardores de sus cuerpos–. Cultivan su devoción por elementos sencillos y por la descripción. Proponen el reino de la metáfora en su definición más clásica. Al nombre de Edmundo Perry se unen Orietta Lozano, Armando Rodríguez Ballesteros, Carlos Alberto Troncoso, Jorge Torres, Ana Milena Puerta, Sonia Truque, Fernando Herrera, Gustavo Tatis Guerra, Samuel Jaramillo...

La visión “Del vértigo” agrupa poetas jóvenes con ansia de incursión en propuestas de ruptura, de vanguardia. Son atrevidos en su posición frente al lenguaje, los invade un deseo destructor. Reconocen y revelan entre sus influencias a Cioran, Pizarnik, Bukowski; los músicos populares Jim Morrison y Charly García (el rock). El Dadaísmo, el Nadaísmo (especialmente X -504) y Gómez Jattin, son fuentes de inspiración. Su orfebrería del lenguaje se acerca a la imagen dadaísta. Radicalizaron su ruptura con los padres y con las estructuras familiares, pregonan una sexualidad abierta (muchas veces bisexual) y el sentido escatológico del mundo. Huérfanos, no pactan con la moda, pero han abandonado por completo el compromiso político. Tiene una gran deuda con el video, la televisión y la imagen cinematográfica; son parte de una generación que está más cerca del mundo virtual que de los libros. En definitiva, plantean una escisión de creencias y valores, y tras un humor ácido se juegan la vida a los dados. Pero con frecuencia por buscar la originalidad a ultranza dan golpes de ciegos. Su obra aún busca su centro. Su rebeldía es fuente de imágenes ardientes. Algunos nombres cercanos a esta visión del mundo son: Andrea Juliana Encizo, Federico Díaz-Granados, Gonzalo Urrea, Andrea Cote, Carlos Héctor Trejos, Mario Armando Valencia, Felipe García Quintero.


EPÍLOGO

Los poetas de la “visión Esencialista” han apostado a la abstracción reflexiva, al juego con la palabra como revelación, al tránsito a través de un lenguaje sin concesiones, en un proceso de fusión entre forma y contenido en la búsqueda de una respiración fundamental entre el sentir y lo dicho.

El compromiso esencialista es con la poesía, no en un sentido parnasiano de la palabra por la palabra, no desde una poesía representativa de la vida como registro creativo, sino como una visión de mundo en la cual la poesía es la vida misma, y así el orden se invierte: el poeta ha poetizado su vida y su obra surge como significado, como expresión de una experiencia en busca del símbolo totalizante. Sus creaciones son un modo de ver el mundo vertido en la palabra, y en esa experiencia desgarrada la palabra objeto se silencia ante la revelación.

Derechos reservados
© Enrique Ferrer Corredor