Los paisajes de una tierra

Por Rafael Ramírez Heredia

Colombia se mete en el alma desde el primer momento. Atrapable y atrapante, se deja querer con esa voluptuosidad de sus paisajes. Colombiano es sinónimo de paz, de literatura magistral, de cultura señera, de amistad profunda, de generosidad, todo lo que se arma en grandes pilares que no han podido ser derruidos ni por balas, injusticia, o latinoamericana pobreza.

En las grandes ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, o Cartagena, en las pequeñas y en los pueblos como pintados en la campiña, en medio de esa geografía ensoñada, inmersa en las serranías y en las nubes, en las playas y en la selva, en los ríos, en las construcciones mágicas, en los pueblitos recostados entre las flores, la gente muestra un coraje y una fuerza sin que las negruras se apoderen de ella. Es la enorme capacidad de los colombianos para sentirse orgullosos de su país. Nada impide que la gente bulla vital en medio del franco deseo de salir adelante porque saben que su país es más poderoso que la historia.

En las ciudades, caminos, poblados con olor a fruta fresca, paisajes de color cambiante, los códigos de vida se hacen intensos: Se publican y presentan libros. Exposiciones de pintura y escultura. Fútbol. Edificios señoriales. Canciones en las calles. Notas musicales y mujeres de ensueño. La comida es atadura de vida y la amabilidad es fundamento en la manera de ser. La verbalidad colombiana y su sentido del humor. A lo largo de mi romance con Colombia, no he sabido de ningún visitante que no comparta mi amor después de haber conocido, bebido, comido, sentido el cariño colombiano. El paisaje está tan vivo como su gente orgullosa de su nacencia sin soslayar la negrura de la existencia porque nadie es tan torpe para negar los hechos. Los males que cargan los países latinoamericanos no han destruido lo más profundo del alma colombiana: su actitud libertaria, su amor por la vida, su capacidad de trabajo.

Y nosotros, todos, sabemos que a Colombia no la vence nadie aunque el fantasma global ronde por esta América más hacia el sur del Río Bravo: desde este México hasta los perfiles mágicos de la Patagonia, esta América nuestra donde Colombia es parte fundamental de los bellos sueños que aún persisten en este territorio que es de nuestra propiedad, sólo nuestra, como la Colombia de todos los seres del mundo.

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© Rafael Ramírez Heredia