El misterio de Colombia

Por Fabio Jurado Valencia

México no es un misterio para los colombianos, es un deseo. No es un misterio porque México es imaginable a través de las rancheras y de las películas; es también imaginable a través de la literatura y sus escritores. De lo primero, confesamos, los de nuestra generación, que aprendimos a reconocer la historia de México en los matinés del domingo y que aprendimos a leer no con las cartillas sino con los cómics de Santo, el enmascarado de plata, y de los protagonistas de la lucha libre de entonces, como Blue Demon, Neutrón y El Médico Asesino, aparte de los vaqueros, paladines de la justicia, como Juan Sin Miedo y El Valiente.

De lo segundo, nunca llegamos a pensar que podríamos dar el salto de la lectura de cómics a la lectura de Los de abajo, El águila y la serpiente, Pedro Páramo y El llano en llamas. Hoy, guardando las distancias, podemos decir que el lenguaje de los héroes del cine y de aquella literatura de masas nos hizo sentir como familiar el lenguaje de los personajes de la narrativa literaria mexicana.

Pero Colombia sí es un misterio para los mexicanos y mucho más para los escritores y los artistas. Algunos me han dicho que antes de venir a Colombia las imágenes son borrosas e inciertas, si bien atrayentes. Hay imágenes que derivan de la experiencia de lectura escolar de la poesía de José Asunción Silva o de la imagen picaresca de Porfirio Barba-Jacob. Pero las imágenes más fuertes provienen de Cien años de soledad; casi uno podría decir que es por esta novela que los jóvenes escritores, y los veteranos escritores, quisieran estar por unos días en este nuestro país de desasosiegos y de esperas. También como lo muestran estos textos, la comunicación intensa entre los escritores de los dos países ha hecho sentir la necesidad del encuentro, aquí o allá.

De mi parte debo decir que cada encuentro en la universidad ha sido distinto. Francisco Cervantes fue el primero, por allá en el año 1989, cuando no pudo más que recordarnos la experiencia de su primer viaje: «Barro Colorado, si mi sangre en ti mezclada/ Ya fue, ¿de nuevo encontraré la nada/ En tu polvo más real que esta sangría?/ Bogotá, Bogotá, mi sangre es tan tuya como mía».

Años después León Plascencia será el primero en abrir la serie de lecturas para el Programa Viernes de Poesía, del Departamento de Literatura, que en la actualidad completa 25 cuadernos publicados. Toda la década del noventa fue un permanente fluir de investigadores y de escritores mexicanos en nuestra universidad. Un fluir que se ha prolongado en lo que llevamos de este siglo, gracias a los apoyos de la Embajada de México y a la labor emprendedora de su Agregado Cultural, y también escritor, Eduardo Cruz.

La memoria prodigiosa de Hugo Gutiérrez Vega, la ironía de René Avilés Fábila, la sapiencia de Marco Antonio Campos, el entusiasmo y la alegría de José Angel Leyva, la generosidad de Rafael Ramírez Heredia para con los escritores jóvenes, la locuacidad y la fuerza persuasiva de Juan Villoro, la preocupación por el lector en Lauro Zavala, la humildad de Margarito Cuéllar, las ansias de saber más sobre Colombia, en Sandro Cohen y en Mónica Lavín… Difícil es dar fe de los empeños de todos los escritores mexicanos que en estos últimos años han estado entre nosotros. Algunos de ellos nos hablan aquí de sus representaciones sobre Bogotá, Medellín, Cartagena, Manizales, Tunja y Villavicencio. Interesante material sin duda para quienes indagan alrededor de los imaginarios.

Derechos reservados
© Fabio Jurado Valencia